El desarrollo sostenible no existe
El desarrollo sostenible emerge como un concepto central en la agenda política mundial, particularmente en Europa y España, donde se ha convertido en una prioridad. Iniciado en la década de 1970, el concepto de desarrollo sostenible busca equilibrar progreso económico y preservación del medio ambiente. En este contexto, los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas y su famosa agenda 2030 han delineado, desde su planteamiento en el año 2015, una ambiciosa hoja de ruta, abordando cuestiones que van desde la acción climática hasta la vida submarina y los ecosistemas terrestres.
El ODS número 8 se define como ‘trabajo decente y crecimiento económico’, y persigue, entre otras metas muy loables, mantener el crecimiento económico per capita. Si se analizan los datos disponibles, este planteamiento, por sí mismo, puede entrar en conflicto con el resto de los objetivos, especialmente los que hacen referencia al bienestar social y ambiental.
El problema del crecimiento económico constante
Desde una perspectiva científica, mantener un crecimiento económico per cápita constante como indicador de desarrollo sostenible se enfrenta a desafíos insuperables. Tal y como expone en su análisis el biólogo James Brown, profesor emérito de la Universidad de Nuevo México, el crecimiento económico continuo e indefinido, en el contexto limitado de un planeta finito es imposible, biológica y físicamente.
La insostenibilidad radica en la explotación constante de los recursos naturales y el crecimiento poblacional mundial. Ambos factores interrelacionados nos lleva a la pregunta central sobre la viabilidad misma del desarrollo sostenible: ¿cómo es posible mantener un desarrollo económico constante sin agotar los recursos y sin poner en peligro el delicado equilibrio de los ecosistemas?
En primer lugar, la extracción constante de recursos naturales se traduce en la sobreexplotación de los ecosistemas terrestres y acuáticos. La extracción masiva de materias primas, la deforestación acelerada y la obtención descontrolada de fuentes de energía aceleran la degradación ambiental. Los efectos adversos incluyen la pérdida de biodiversidad, el agotamiento de suelos fértiles y la contaminación del agua y el aire. Estos impactos no solo comprometen la salud del planeta, también amenazan directamente la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus necesidades básicas.
Que gran parte de la economía mundial se base en la obtención, transporte, refinado y utilización de combustibles fósiles, principal fuente de gases de efecto invernadero y causa principal del actual cambio climático, no mejora el panorama. Hasta un tercio de las emisiones están causadas tan solo por 21 empresas de este sector.
Además, el aumento continuo de la población global agrava aún más la tensión sobre los recursos disponibles. El crecimiento demográfico sin control intensifica la demanda de alimentos, agua, energía y espacio habitable. Esta presión adicional, exacerbada por el consumismo desmedido en sociedades desarrolladas, genera un círculo vicioso que perpetúa la sobreexplotación de los recursos naturales. En este contexto, el paradigma de mantener un crecimiento económico constante choca de frente con los límites finitos de la capacidad del planeta para sostener esta demanda creciente.
El desarrollo sostenible: un oxímoron
Este tipo de análisis crítico revela una realidad preocupante, pues si aceptamos que el ‘desarrollo sostenible’ lleva implícito un crecimiento económico per cápita constante y un mantenimiento de la sostenibilidad ambiental, la conclusión es que el mero concepto es un oxímoron —una estructura sintáctica que combina dos términos contradictorios entre sí, como ‘silencio ensordecedor’, ‘cálida nieve’ o ‘instante eterno’—.
A medida que la evidencia científica se acumula, cabe preguntarse si las estrategias actuales son las adecuadas para abordar los desafíos ambientales y sociales a los que nos enfrentamos. Según Joshua Philipp Elsässer, investigador en la Universidad de Postdam, Alemania, la creciente desconfianza en la viabilidad del desarrollo sostenible, tal como se entiende hoy, se cimienta, al menos en buena parte, en la percepción de que las acciones emprendidas hasta el momento no han sido suficientes para frenar la degradación ambiental y garantizar la sostenibilidad a largo plazo.
La falta de alineación entre los ODS proclamados y los resultados observados en la práctica destaca la necesidad de una revisión profunda en la forma de concebir y perseguir el progreso. La paradoja intrínseca en el concepto ‘desarrollo sostenible’ se presenta como un reto que exige un replanteamiento y una reevaluación de nuestras prácticas y políticas para abordar de manera más efectiva los desafíos ambientales y construir un futuro verdaderamente sostenible.
Un cambio en el planteamiento del concepto de ‘desarrollo’
Vivimos en un mundo donde, efectivamente, la economía per cápita crece, pero íntimamente acoplada al aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero. Apenas el 1 % de la población más enriquecida del planeta, –y contando solo su estilo de vida, no sus inversiones— es responsable de tantas emisiones como la mitad más pobre. Si se amplía la perspectiva, hasta la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero están en manos de solo el 10 % más rico de la población. Además, los sectores más empobrecidos son los que más sufren la deforestación, la sobreexplotación de recursos, y otros efectos antropogénicos; todo ello consecuencias del cambio climático.
Esta disparidad económica, donde los ricos se vuelven más ricos a expensas del bienestar económico, social y ambiental de la mayoría, subraya la necesidad de replantear el concepto mismo de "desarrollo". ¿Y si en lugar de medir el progreso únicamente en términos de crecimiento económico per cápita, se sugiere un enfoque que evalúe más positivamente la igualdad económica, el bienestar social y la sostenibilidad ambiental como indicadores fundamentales?
Este cambio de perspectiva, planteado entre otros por el antropólogo suazi afincado en España Jason Hickel, de la Universidad Autónoma de Barcelona, es esencial para abordar los retos críticos que enfrentamos actualmente. Al considerar el bienestar social y ambiental como indicadores principales, se puede lograr un equilibrio más armonioso y sostenible. En última instancia, la redefinición del concepto de "desarrollo" puede ser la clave para superar la aparente contradicción en el ‘desarrollo sostenible’ y nos permita allanar el camino hacia un futuro verdaderamente sostenible.
Fuente: Muy interesante
Referencias:
- Brown, J. H. 2015. The Oxymoron of Sustainable Development. BioScience, 65(10), 1027-1029. DOI: 10.1093/biosci/biv117
- Elsässer, J. P. 2023. Sustainable development an oxymoron? International Environmental Agreements: Politics, Law and Economics, 23(2), 215-219. DOI: 10.1007/s10784-023-09598-7
- Hickel, J. et al. 2022. Degrowth can work — here’s how science can help. Nature, 612(7940), 400-403. DOI: 10.1038/d41586-022-04412-x